miércoles, julio 29, 2009

No todo lo que no brilla es commodity


Se ha aceptado con demasiada placidez que los commodities sirven muy poco o no sirven para nada, en el sentido de que da igual quién los provea porque hay poca o nula diferencia de valor entre proveedores.

De aquí se ha derivado una serie de principios curiosos. No en el mundo de los verdaderos commodities, es decir, el de las materias primas, porque allí las reglas de juego están claras. Me refiero a la utilización escurridiza de este término en negocios más intangibles, como el de la distribución de información, gestionados por snobs e iletrados como yo, donde se intenta alegremente adaptar el vocabulario de los negocios tradicionales, a veces con consecuencias desastrosas.

Primero, hay cierta tendencia a asumir a la ligera que todo aquello de lo que hay oferta disponible más o menos abundante y no añade un valor central y evidente a un negocio es "commodity", que viene a ser como decir que es una basura. Y de aquí se deriva, a su vez, cierta voracidad a la hora de declarar commodities. Alguien afirma, incluso, que la tecnología de la información es un commodity. Por último, la práctica establecida es que si algo es un commodity, no debe valer un duro. Un concepto que enrarece las negociaciones y los procesos productivos en general.

Es hora de revalorizar los commodities. No todo lo que lleva el cartel de commodity lo es necesariamente, y si lo es eso no quiere decir que no lo necesitemos o que deba ser barato.

El carbón será todo lo commodity que quieras, pero un carbón malo te puede arruinar el asado. Y si te quedás sin carbón, bueno, no hay asado. Vos verás.